4,295 visitas, 1 visitas hoy
Autor: Ángel Vicente Valiente
Carlos V en la Batalla de Mühlberg, Tiziano
El cuadro de Tiziano representa el enorme poder de la corte española de los siglos XVI y XVII. No hace falta decir que es una obra maestra de la pintura universal. Un cuadro que deslumbra.
El retrato conmemora la victoria de Carlos V sobre la Liga de Smalkalda en Mühlberg el 24 de abril de 1547. Entre las diversas obras que el Museo del Prado conserva de Tiziano, sobresale por la extraordinaria calidad este soberbio retrato de Carlos V. La obra es de gran formato (335 cm x 283 cm). El mejor comentario de este cuadro lo ha hecho, a mi modo de ver, Manuel Machado con un soneto modernista excepcional. Helo aquí.
El que en Milán nieló de plata y oro
la soberbia armadura; el que ha forjado
en Toledo este arnés; quien ha domado
el negro potro del desierto moro…
El que tiñó de púrpura esta pluma,
-que al aire en Mulberg prepotente flota-
esta tierra que pisa, y la remota
playa de oro y de sol de Moctezuma…
Todo es de este hombre gris, barba de acero,
carnoso labio socarrón y duros
ojos de lobo audaz, que, lanza en mano,
recorre su dominio, el Mundo entero,
con resonantes pasos, y seguros.
En este punto lo pintó el Tiziano.

El caballero de la mano en el pecho. El Greco.
El Museo del Prado posee una buena colección de obras del Greco. Entre ellas se encuentra este excelente retrato de un caballero desconocido, realizado hacia 1580. En contraste con el anterior cuadro de Tiziano, este destaca por su sobriedad y sencillez, a la vez que tiene una fuerza expresiva extraordinaria.
Manuel Machado también realizó un estupendo soneto sobre el cuadro. Merece la pena reproducirlo.
Este desconocido es un cristiano
de serio porte
y negra vestidura,
donde brilla no
más la empuñadura,
de su admirable
estoque toledano.
Severa
faz de palidez de lirio
surge de la
golilla escarolada,
por la luz
interior, iluminada,
de un macilento y
religioso cirio.
Aunque sólo de
Dios temores sabe,
porque el
vitando hervor no le apasione
del mundano
placer perecedero,
en un gesto
piadoso, y noble, y grave,
la mano abierta sobre el pecho pone,
como una
disciplina, el caballero.