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“Septiembre se muere, se muere dulcemente”…, era la letra de una conocida canción hace unas décadas, que nos situaba en los albores de la estación relacionada con la melancolía, el recogimiento, el estudio, la contemplación…, mientras descendían las temperaturas y los artistas del óleo, la acuarela o la fotografía plasmaban imágenes relacionadas con aires de tristeza y abatimiento. La caída de la hoja nos transportaba al mundo de la poesía, los colores inéditos y originales que nos traía la estación de modo regular a partir de estas fechas claramente señaladas por la naturaleza, situándonos en esta temporada de modo pausado y dulce…
Pero nos adentramos en los tiempos modernos y que si quieres arroz Catalina. El concepto antes reseñado da paso al “clima climático” o cambio climático que destroza el sentimiento melancólico, cambiando hacia una situación meteorológica en la que las temperaturas veraniegas se prolongan hasta el mes de Noviembre como el que no quiere la cosa. La manga corta en el Día de Los Santos es un hábito normal en los últimos años, siendo las lluvias y nieblas fenómenos climatológicos ausentes hasta bien entrado el calendario otoñal; algunos denominan esta temporada como el “veroño”, ay qué coño…
Pero por fin, cuando desciende el termómetro y las primeras lluvias hacen su aparición, ya a mediados del mes de los difuntos, aparecen los primeros síntomas cambiantes de la estación. Eso sí, se presentan a lo bestia y diciendo aquí estoy yo, con unos descensos térmicos extremos que nos obligan a coger del armario las prendas adecuadas para resguardarnos del frío y lluvia que se presentan sin avisar. ¿Esto es cosa del Gobierno o de los independentistas que nos incitan a no respetar ni a la Madre Naturaleza, separándonos de nuestros orígenes? Chascarrillos aparte, cuando llega y por fin se queda entre nosotros la inspiradora estación, vuelven a repetirse imágenes que cada nueve meses nos cambian el color de la vida.
Otoño caluroso, otoño templado -poco-, otoño helado que nos traslada en un abrir y cerrar de ojos al frío invierno…, pero a pesar de todo lo expuesto, los símbolos de la estación vuelven a repetirse. Hojas del árbol caídas, juguetes del viento son…, lluvia, escasa, que alegra el semblante y el ánimo a los agricultores, paisajes dorados con estampas irrepetibles para el ojo avizor, puestos de castañas asadas calenticas y nutrientes… Lo peor, el cuidado con las hojas caídas, con mucha atención para los posibles deslizamientos, peligro… Y la camiseta térmica, ya la podemos ir sacando del cajón… Y el año que viene, que sea lo que Dios quiera…