TARTGET PRIZE 2025. BROCHE FINAL AL SUEÑO QUIJOTESCO

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Manuel Molina

5 de junio. El calor golpea sobre el asfalto de Madrid, pero dentro del Ateneo, la atmósfera es otra: expectación, emoción, arte. En la Cátedra Mayor se celebra la gala de la primera edición del Tartget Prize 2025, un certamen internacional que, en palabras de sus organizadores, nace “con la vocación de abrir oportunidades a pintores de todos los niveles y estilos, desde cualquier parte del mundo”.

Una cita con el arte sin fronteras

Fundado hace apenas un año por Juan Francisco Gómez-Cambronero (dirección ejecutiva), Ismael Terriza (comunicación) y José Luis Sánchez-Montañés (dirección técnica), el Tartget Prize ha conseguido lo impensable: congregar a más de 1.900 obras de 85 países distintos en su primera convocatoria. Y lo ha hecho con una idea clara: que el arte no entienda de currículums ni de etiquetas, sino de emoción, técnica y riesgo.

La gala, celebrada en el simbólico Ateneo de Madrid, reunió a figuras destacadas del ámbito cultural, social y político de Daimiel, tierra de origen del certamen, y arrancó con las palabras de Clementina Díez, quien reivindicó “la universalidad de La Mancha” y el legado artístico de un territorio que siempre ha mirado al mundo con vocación creadora.

El preludio musical, a cargo de la trompeta de Manuel Blanco y el piano de Margarita Kozlovska, dejó paso a la entrega de premios, conducida por la periodista y comunicadora Lorena Berdún. Más de sesenta artistas fueron reconocidos por un jurado internacional compuesto por 29 expertos procedentes de 12 países.

Premios para todos los acentos del arte

El Gold Tartget (dotado con 12.000 euros) fue otorgado al hispano-peruano Marcos Rey por su obra El Ramo, una pieza que el jurado calificó de “impactante en su simbolismo y de gran madurez compositiva”. El Silver Tartget viajó a Macedonia con Sinisha S. Kashawelski, mientras que el Bronze Tartget quedó en manos del español Julián Maroto Fernández, celebrado por “su técnica impecable y su mirada mitopoética”.

Una mención especial mereció el Fusion Tartget, premio que distingue la innovación y la mezcla de lenguajes. Fue para la aragonesa Rosana Larraz, cuya obra “rompe con las estructuras narrativas tradicionales para proponer una estética de la disonancia”.

Una exposición, muchas miradas

Tras la gala, se inauguró en las salas Anselma y Lafón la exposición de las cien obras finalistas, una selección que refleja la pluralidad de estilos que han definido esta primera edición. Realismo, abstracción, expresionismo, arte conceptual y figuración simbólica conviven en un diálogo donde no hay jerarquías, solo miradas.

La muestra podrá visitarse en el Ateneo hasta el 13 de junio, y posteriormente viajará a Daimiel bajo el nombre de Tartget La Mancha, con parada en el Casino de la Armonía y la Casa de Cultura. El objetivo: acercar el arte contemporáneo internacional a un entorno local que ya se ha convertido en epicentro de la pintura emergente.

El arte como vocación, el premio como impulso

Tartget Prize no es solo un concurso; es una declaración de intenciones. Un acto de fe en el arte como lenguaje global, y en la cultura como motor de transformación. Esta primera edición es ya la realidad del “sueño quijotesco” de Ismael, Juanfran y José Luis.

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