COSTILLARES

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José Ignacio García – Muñoz (Queche)

El apodo de “costillares” puede sonar extraño en un torero, pero no lo es tanto si tenemos en cuenta, que la primera escuela taurina se fundó en Sevilla; concretamente en el matadero del barrio de San Bernardo de la capital andaluza donde trabajaba el padre de nuestro protagonista, por lo que la relación entre la canal vacuna y el apodo está más que justificada. De estirpe de toreros, la fecha de nacimiento y aun la de defunción no están completamente aclaradas de modo que, la situaremos alrededor de 1743, aunque hay estudiosos que la colocan ocho años más tarde. En cualquier caso, no se trata de aportar datos biográficos, sino de resaltar la importancia que para la moderna tauromaquia tuvo Costillares al que se le adjudican algunas de las innovaciones con que contribuyó al engrandecimiento de las corridas tal como ahora las conocemos.

Debemos resaltar, que las corridas de toros de la época, diferían mucho de las actuales tanto en el fondo como en la forma. Para empezar, las plazas en las que se lidiaban toros compartían otras utilidades como por ejemplo la Plaza Mayor de Madrid donde se representaban tanto autos de fe , como homenajes a los monarcas de turno, y aquellas plazas tenían planta rectangular en cuyas esquinas se aquerenciaban los toros mansos dificultando mucho su lidia y muerte. La organización del festejo era un tanto caótica estando lleno el coso de jinetes y toreros a pie que disputaban la muerte del toro. Los vestidos de torear eran insinuaciones de lo que posteriormente fueron, los trastos de torear igualmente diferentes; y lo mismo se pasaba al toro con un capotillo o muleta pequeño que grande, y con diferentes colores según la embestida del morlaco; desde el blanco al azul, pasando por el rojo y cualquier otro que se considerase pertinente en la creencia que el toro embestiría a unos u otros según su condición. Todo este estado de la cuestión, lo tiene usted querido lector en otro artículo aquí publicado de homónimo nombre.

Así las cosas, aterriza en este mundo Costillares; un torero de los que podríamos clasificar como artista, y comienza a poner algo de orden en ese pequeño caos.

En primer lugar sistematiza las cuadrillas que no se improvisan sino que están contratadas de antemano.

Como hemos dicho, caballeros y hombres de a pie compartían plaza, pero fue Costillares el precursor que toleró la presencia de los primeros; Pero “que no me molesten” llegó a decir. Llegaría un momento, en que los montados, serían sustituidos por los de a pié en tanto que los monarcas de turno, pero sobre todo la iglesia, veía con malos ojos la participación de los nobles en las corridas de toros e incluso prohibiendo al clero su asistencia a dichos espectáculos.

Otra de las aportaciones que se le atribuyen es la invención del toreo a la verónica. Hay más sombras que luces al respecto de esta invención, máxime si tenemos en cuenta que el capote de brega no era tal entonces, y lo que mayormente se hacía, era vaciar la embestida con más o menos arte siendo las más de las veces trapazos al aire. Si parece, que manejó unos engaños más grandes que conseguían abarcar la embestida del toro y por tanto evidenciar las características de dicha embestida.

Otra de las invenciones que se adjudican a Costillares, es la invención del “vuelapies” que luego derivaría en el volapié actual. Se utilizaba esta suerte para pasaportar a aquellos toros que se quedaban parados a la hora de matar, y que en aquella época no eran pocos. Téngase en cuenta, que la pulcritud en la ejecución de la suerte no es la de ahora, siendo mucho más permisivos con los bajonazos, e incluso la utilización de la media luna para inutilizar los corvejones, y posteriormente cachetear al toro si con la espada no había sido suficiente. El irse a por el toro que espera es algo que ya se practicaba en la época, pero Costillares sistematizó la suerte aunque bien es verdad que sin mucho arte; como aquel que clava el estoque en un pellejo de vino. Fue un recurso más al servicio de un arte incipiente que se iría refinando con el paso de los años. Desde Costillares, se puede decir que se empiezan a matar los toros de frente; tanto recibiendo como al volapié.

Vivió Costillares una época convulsa en esta nuestra España, con prohibiciones, guerras y conflictos diversos, pero lo que sí se sabe, es que padeció una lesión en la mano que finalmente le apartaría del mundo de los toros, concretamente un carbunco; una infección por esporas que afectó al torero haciéndole perder fuerza en la mano y como consecuencia incapacidad para manejar el estoque. Se cuenta, que un día en la plaza de toros de Madrid, Pedro Romero, su oponente por antonomasia, le cedió la muerte de un toro siendo presidente de la corrida Carlos IV.Por no negarse, bajó desde los tendidos Costillares al ruedo, y después de dos intentos no pudo matar al toro debido a su lesión en la mano, entonces el monarca exclamó “si no puede a qué se presenta”.

Ya hemos dicho, que la muerte de Costillares no está completamente datada, suponiéndose que marchó a Portugal como muchos otros tras la prohibición de Carlos IV de celebrar corridas de toros en España.

De su paso por este mundo nos quedan las innovaciones en la organización de las corridas, la consolidación de la suerte del vuelapies y el toreo a la verónica, la actualización del vestido de torear, y de capotes y muletas, y algo no menos importante, la profesionalización del matador de toros que cobraba por torear, pero sobre todo, la rivalidad que dentro y fuera del ruedo mantuvo con nuestro siguiente protagonista: Pedro Romero, representantes ambos de la escuela sevillana y la rondeña respectivamente.

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