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Paki García Velasco Sánchez
Así, con las palabras de la frase que encabeza este escrito, me retaba Pepe, a ver si yo era capaz de hacer un artículo a raíz del ratillo tan bueno e intenso que pasamos el sábado por la mañana, (gracias a una amiga nuestra), el grupo de personas que estábamos charlando en esos momentos al pie del Olivo Milenario en nuestra Plaza.
Es que era un no parar con las ocurrencias que iba teniendo la muchacha, era una tras otra, ¡ya no podíamos reír más!! nos dolía hasta la tripa con ello.

Y es que la susodicha, a paso acelerado y en un momento, nos ha hecho viajar a ritmo vertiginoso a través del tiempo, ya que la buena moza, ha hecho un breve pero intenso recorrido de cómo cambiamos nosotros y nuestro cuerpo con el paso del tiempo, pero claro, no es lo mismo lo que yo pueda escribir que lo que ella ha repasado de forma tan espontánea.
Pero es que en el fondo lleva más razón que un Santo, y le ha dado un repaso a como se modifican los tiempos con el transcurrir de los años, y ya de paso, ¡cómo no!, a como se estropean los cuerpos cuando vamos cumpliendo años, amén de cómo cambia el cuento cuando ya tienes una edad a cuando eres joven y lozana. Y claro una cosa lleva a la otra y el rato de risas que hemos tenido todos gracias a sus ocurrencias y cosas varias, ha hecho que pasemos unos minutos a carcajada limpia que nos ha venido bien hasta para apaciguar el frío intenso que a esas horas de la mañana teníamos por el pueblo.

Pues todo «lo bueno» ha empezado porque, (y siempre palabras textuales de ella), es que iba a hacer la ruta de la compra, y al quedarnos mirando sin saber que era eso, nos ha explicado que a comprar esto de aquí, esto otro de allá etc… más que ná, porque hay que mirar el ahorro del centimillo, ya que no se pueden dar dineros a lo tonto y a lo loco, cosa muuuuu sabia por su parte.
Porque claro, (como seguía diciendo), con el paso del tiempo y el cambio de necesidades, lo de las famosas rutas han cambiado y la que antes vivimos y disfrutamos a tope, (o sea, la del bacalao), se quedó igual que nuestros años mozos, perdida en el limbo del tiempo, allá en la lejanía. Ya que cuando eres joven no te da por pensar en el futuro y en que todo pasa, (nota mental mía: hasta la uva pasa) jajaja, cosa más tonta digo XD. Por lo que, según ella, ahora en vez de ser unos “pikaflowers” e ir saltando de discotecas a chiringuitos, lo nuestro es ir (carrillo de la compra en mano), recorriendo las droguerías y súper de turno a ver qué rebajas hay en cada uno de ellos y así picotear ofertas varias.


Así, de esta manera, entre risas, chascarrillos y como no, entre los cambios que mete el cuerpo al cumplir años, todo ello acompañado de muchas carcajadas, doy fe que esos minutos nos han dejado a todos una sonrisa de oreja a oreja y que nos ha durado un buen rato, incluso después de separarnos y cada uno coger su camino.
Y es que seamos sinceros, porque es verdad verdadera que con el paso de los años se cae lo que se tiene que caer, se chafa lo que se tiene que chafar y se arruga lo que se tiene que arrugar.
Por poner un ejemplo de lo más leve, ¿os acordáis de aquella canción que rezaba «mi barba tiene tres pelos»?, pues para muchos y muchas con el paso del tiempo, esos tres pelos se han convertido en todo un matojo con arraigo y poderío, (doy fe de ello), y claro, como esto, hay muchas, muchísimas cosas más.

Y aquí hago un algo en el camino para decir, que me encanta rodearme de personas que saben sacarle una sonrisa a lo duro de la existencia, al decaimiento que genera en nuestro cuerpo el paso de la edad. Esas personas que, a pesar de los golpes que pueda tener la vida y del paso de los años, no cambian y son la alegría personificada, esa es la gente que tanto vale, que tanto apreciamos y de la que nos deberíamos rodear más a menudo. Estas personas que son así, hacen que la vida valga la pena, ya que te quitan la tristeza de golpe y hacen que tú mundo se llene de alegría, de momentos especiales y de una energía positiva que se contagia, aunque no quieras.
Vaya desde aquí un agradecimiento muy grande para la que me ha dado pie a escribir estas palabras (y que conste que no doy su nombre porque así me lo ha pedido), esta amiga, a la cual conozco desde hace muchísimos años, siempre ha sido y sigue siendo, una persona increíble, de esas que van derrochando alegría y vitalidad por donde pasa, son de esas personas que pararte a hablar con ellas, sea un chute de energía positiva que te revitaliza el cuerpo y el alma….

Al que me ha dicho: que no había narices a hacer un artículo de ello, pues ea, aquí lo tiene ustè señor jajajaja
Y a esta persona, a esta amiga, a ella, gracias por ser como eres, tan natural, tan auténtica tan tú.

P.D Tengo que decir que la gente de mi pueblo es sencillamente genial, porque raro es el día en que salgas a la calle y no encuentres a alguien con quien charlar e interactuar en vivo y directo para compartir un buen rato. Y aunque hay mucha gente que prefiere la gran ciudad, yo me quedo con la simplicidad, la cercanía y esencia de vivir aquí, en el pueblo; por eso hoy hago mías las palabras de la canción de Sutil Kármico y digo: «y tan feliz y tan contento, de vivir aquí entre pepinos y pimientos».