692 visitas, 6 visitas hoy
Uno del Pueblo
Fotografías: Alicia Molina
Los “coloraos” son (somos) distintos. La fuerza y el empuje de sus sucesivas directivas, siempre innovando y con ideas precisas para cada momento, transmiten ilusión y “pasión colorá” a los hermanos y a quienes simpatizan con la Cofradía del Flagelado. Si además cuentan en sus filas con artistas como el “colorao” de cuna Ricardo Fernández del Moral, se plasman en realidades las iniciativas constantes y puntuales de esta fuerza motriz que emana desde la actual Junta Directiva, con Carlos Fernández de Marcos al frente, que no cesan de sorprendernos con sus espectaculares iniciativas.

Aunque esto del flamenco es difícil de aprender e incluso entender, basta con la voz y el “quejío” de nuestro hermano. Puso la Plaza en pie, desde un escenario con decoración exquisita desde la sensible creatividad de Alicia y su colaboradora Carmen, a la luz de las velas y con antorchas de La Pasión, Luz que aportaba recogimiento y solemnidad a la “velada”. Velas que nunca se apagaron, brillaba el artista, las palmas del respetable echaban humo entre antorchas rodeando enhiestas y apoyadas en la talanquera, en medio de los olés del respetable, atrezo complementado con capote de paseo de Luis Miguel, bordado en oro en torno a La Amargura. Vázquez, “colorao” de postín, también se hizo presente en el escenario.


Todo encajó en noche maravillosa, para el recuerdo esta actuación especial que a más de uno arrancó lagrimillas de emoción, sentimiento de felicidad. Qué noche la de aquel día. Qué espectáculo para quienes completamos el aforo presintiendo que algo especial, algo grande podría ocurrir en el Plaza de Toros de Daimiel, con cartel de no hay billetes en ambiente “brujo”. Personas llegadas de otros lares se contagiaron con la “faena” del gran Ricardo, su voz, su guitarra, el cajón de Juan Montoya y al baile Celia Luján y Marta Serrano, bailaoras cuya intensa expresividad ponía la guinda al pastel de una actuación sublime de nuestro paisano, repito, el gran Ricardo.

La magia del flamenco nos cautivó, a entendidos o a quienes no sabíamos cómo engancha este arte. Carceleras, bulerías, martinetes, fandangos, milonga, alegrías…, alusiones por sevillanas a la Semana Santa de Daimiel, con letra esta sevillana de nuestro colaborador en “Daimiel al Día” José Ignacio García – Muñoz “Queche”, allí presente, venido ex-profeso desde Madrid. Personalidad del artista, sentimiento recogido por quienes teníamos el corazón en un puño contagiados por un espectáculo flamenco de máxima categoría.
El maestro Ricardo expresándose en todo momento desde sus concisas explicaciones con tono didáctico, en su afán por difundir y hacer entender el arte del flamenco, mientras su voz, desde la cejilla al siete, era capaz de transmitir la más profunda emoción. Poesía, melodía, ritmo, palos variados…, el vello erizado, la emoción a flor de piel.
Tras sus grandes viajes internacionales representando a España y la peculiaridad única del flamenco, sudó nuestro artista en esta especial cita con su pueblo. Sudores nerviosos en el previo mientras calentaba la voz, actuaba en escenario y público muy cercano. Su compromiso fue máximo en el Concierto Flamenco a la luz de las velas, uno de los actos relevantes en el 450 Aniversario de su Cofradía. “Más nervios que cuando actué por vez primera en el Teatro Real…”

Orgullosos de ser “coloraos”. Valió la pena acompañar y descubrir a una estrella a la luz de las velas. Felicidad y emoción incontenible en el idilio entre Ricardo y su pueblo, con preliminar presentado por el actual Pandorgo de Ciudad Real, Juan Luis Huertas, con su elegante y peculiar estilo poético.

Apoteosis final, público puesto en pie y “bis” de obligada cortesía, ya con las cuerdas vocales del artista en plena ebullición y en busca de oportuna hidratación, que tampoco faltó.
Ricardo Fernández del Moral, un dios de carne y hueso, “colorao” de nacimiento. El número uno del escalafón. Que Dios te proteja, hermano. Te lo mereces.