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José Ignacio García – Muñoz (Queche)
Siguiendo nuestro periplo por la geografía española en busca de lugares en los que escapar de los calores del verano, vamos a proponer hoy visitar los Valles Pasiegos.
Cantabria es conocida además de por sus playas, por el inmenso verdor de sus valles y montañas. Vamos a dejar el turismo de toalla y sombrilla, y vamos a adentrarnos por cualquiera de los valles que forman esta comarca: valles por donde discurren los ríos Pisueña (Carriedo), Pas, y Miera.


Los núcleos poblacionales más importantes son Liérganes, Villa Carriedo (con el palacio de Soñanes) y Selaya, sin olvidar Puente Viesgo y su balneario. Si usted lo que quiere es conocer el modo de vida de los antiguos pasiegos ha de pasarse por San Pedro del Romeral, Vega de Pas, o San Roque de Rio Miera, ya que constituyen un ejemplo representativo de como los habitantes de estas tierras han cambiado a lo largo de los años la fisionomía de estos paisajes antes dominados por el bosque autóctono, y ahora sustituido en gran parte por verdes prados hasta donde la vista alcanza.



En cada pequeño pueblo, puede y debe uno detenerse como lo hace el tiempo para solazarse con la arquitectura popular, y la religiosa, ya que, la muestra de románico son abundantes aunque no tanto como en la zona más cercana al románico palentino,( Campoo, Saja , Nansa y Besaya), no obstante, son especialmente notables Santa Cruz de Castañeda, San Andrés de Argomilla, y Santa María ambas en Cayón.



Las variantes que usted puede planificar son infinitas, pero hay una que no puede dejar de hacer si además como un servidor, es aficionado a montar en moto; algo que por estos lares es un verdadero disfrute. Me refiero a la ruta que saliendo de Vega de Pas, va a buscar la provincia de Burgos cerca de Espinosa de los Monteros saliendo por Las Estacas de Trueba; un puerto que deja sin aliento por las impresionantes vistas y lo virado de su trazado.


El asfalto está en buenas condiciones, y no es especialmente peligroso, pero a medida que se va ganando altura se hace imperativo parar una y otra vez para ver lo que uno se va dejando atrás; para mí, el puerto más bonito por el que he rodado en España. Una vez arriba, usted puede salir de Cantabria, o volver a entrar por otro imprescindible, y que desgraciadamente ha sido protagonista estos días por el grave accidente que cuatro muchachos tuvieron al despeñarse con el coche que conducían; me refiero al portillo de Lunada. Al contrario que las Estacas de Trueba, este tiene el firme en peor estado, y hay que andar con precaución, pero a cambio ofrece unas vistas impresionantes con la niebla resbalando montaña abajo por sus paredes de un verde inusitado. Solo es cuestión de tomárselo con calma, y de hecho la vuelta ciclista a España tuvo una etapa discurriendo por esta ruta.

No debería dejar de visitar el mirador de Santa Catalina desde el que se aprecia el desfiladero de La Hermida lindando con la vecina Asturias; un lugar mágico en el que puede observar el vuelo de los buitres a su misma altura y adivinar las moles rocosas de Los Picos de Europa. Camino de la Hermida desde Unquera (no deje de probar sus famosas “corbatas”, un delicioso dulce elaborado con mantequilla y hojaldre) puede visitar la cueva del “Soplao”, y si los valles pasiegos y sus famosísimos sobaos no han sido suficiente, podrá ver la puesta de sol en Cobreces, visitar Comillas y sus numerosos palacios además de la casa de Gaudí, su particular y monumental cementerio, y tapear por sus animadas calles donde la oferta de bares es infinita ( es el segundo pueblo de España con más bares por habitante ) Tomar unas rabas en San Vicente de la Barquera, comprar anchoas en Santoña, visitar el faro del Caballo y sus tropecientos escalones, o dar una vuelta por Santillana del Mar.Tambien sería recomendable visitar el pueblo de Mogrovejo en plena montaña, Santa María de Liébana con su pre románico, o acercarse a las rías Tina Mayor y Menor. Parque Natural de Oyambre, y en Gerra, tomarse una cervecita echado en una tumbona en medio del prado mientras se va el sol en la playa de Oyambre.


Tampoco sería mala idea acercarse a Buelna y de allí a la cercana cueva del Cobijeru cerca de los acantilados; una cueva a la que entras por la montaña, y que te deja a las mismísimas puertas del mar después de un recorrido subterráneo de unos centenares de metros que bien merece la pena visitar, ya que el estruendo del mar rompiendo en la mismísima boca de la cueva por el lado opuesto resulta hipnótico. La oferta de alojamientos es muy grande: yo particularmente lo hice en la hospedería Santa Cruz en Socobio, un barrio de Castañeda, pero puede hacerlo en cualquier otro lugar. Las playas son muy bonitas, pero tienen la particularidad de sus corrientes algo traicioneras, de modo que durante el día pueden cambiar la bandera varias veces. En cualquier caso, lo que si tiene usted asegurado por la noche, es dormir fresquito; si es que después de alternar por las zonas de tapeo la digestión de la cena se lo permite.