ANESTESIA

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José Ignacio García-Muñoz (Queche)

La anestesia general persigue básicamente varios objetivos: analgesia (pérdida de dolor), amnesia (pérdida de memoria) e hipnosis (perdida de la consciencia). Esta asociación de efectos, deja al paciente en un estado de coma inducido con pérdida de reflejo protector e indefenso ante cualquier intento de quebranto. A la vista de estos datos, podríamos concluir que nuestros gobernantes se encuentran entre los mejores anestesistas de la historia reciente de España. ¿Cómo si no, sería posible que una parte importante de la población permaneciese insensible a sus desmanes?

En cirugía, se utilizan anestésicos como el tiopental, la ketamina o el halotano para sumir en el letargo a los pacientes, pero nuestra clase dirigente, ayudados por sus asistentes en el quirófano nacional (léase partidos) no utiliza estos productos, utiliza otros compuestos que forman parte de una fórmula que ha funcionado toda la vida para adormecer a poblaciones enteras: se trata del estigma, un medicamento que contiene a partes iguales odio, rencor y sectarismo, y que utiliza como excipiente la ideología.

Estigmatizar, es señalar de modo negativo a una persona o grupo con el fin de injuriar, atacar o someter, empujado por el desprecio bajo un paraguas de prejuicios y estereotipos. Es un método que, como decía Aramburu en su libro “Patria”, fue utilizado por ETA por ejemplo para anestesiar al pueblo vasco, y hacer creer que cualquier cosa que le pasase a sus enemigos incluida la muerte, les estaba bien empleado; de alguna manera se lo tenían merecido por pensar diferente: no son de los nuestros y por tanto acreedores a castigo y desprecio.

Son varios los laboratorios que elaboran este anestésico, y se inocula, no a través de inyecciones, sino de medios audiovisuales, periódicos, discursos y soflamas, en cualquier lugar incluyendo las escuelas, habiendo conseguido crear auténticos dependientes de ese medicamento.

La frase “Estos son mis principios y si no le gustan tengo otros” que se atribuye a Groucho Marx, en realidad apareció en un periódico de Nueva Zelanda en 1873 y describía al político que acomoda su discurso para decir lo que el público quiere oír; es decir, básicamente engaña.

“Quien esté en política, que se prepare a cabalgar contradicciones”. Esta frase pronunciada por el que fuera vicepresidente hasta hace no tanto, se asimila perfectamente con la atribuida a Groucho y tiene la misma finalidad.

Hoy, tras la desgracia en forma de DANA que ha castigado sobremanera a la Comunidad Valenciana, y cuando ya tenía diseñado este artículo que usted querido lector está leyendo ahora, se ha producido un fenómeno no demasiado habitual.

Resulta, que las autoridades del país se han desplazado a la zona cero del desastre, y se han encontrado con el rechazo violento de los afectados. Nunca en este modesto periódico, que básicamente pretende formar y entretener, hemos querido conscientemente entrar en el capítulo de la política, pero a veces como dice Pérez Reverte hay que escribir en defensa propia.

A nuestra clase política, le ha faltado tiempo para manipular los acontecimientos echándose mutuamente la culpa por la falta de prevención y el retraso en hacer llegar el socorro a la población que, desesperada veía pasar las horas mientras los anestesistas de turno eludían responsabilidades en un intento mezquino por quitarse; desgraciadamente de forma literal “ el muerto de encima”.

No animaremos desde aquí a la violencia; nunca lo hemos hecho, pero por unos minutos la gente ha despertado de la anestesia, y fruto de la desesperación ha protestado repartiendo; como no podía ser de otra forma, responsabilidades entre quienes la detentan sean del signo que sean.

Por lo visto, somos una monarquía parlamentaria, y en la sede de ese parlamento, están aquellos que teóricamente nos han de representar, aquellos en los que hemos depositado la confianza con nuestro voto para que gestionen nuestros asuntos, y estos días ha quedado claramente demostrado que solo gestionan los suyos…Políticos de medio pelo que lo único que hacen es sembrar odio entre una población que sin distingos de credos se ha puesto manos a la obra, y ha trabajado hombro con hombro sin preguntarse si el que tenía al lado era de la izquierda o la derecha, de arriba o de abajo, aunque seguro, que algunos ya estarán pensando en apropiarse todo ese movimiento solidario sintetizado en el eslogan “El pueblo ayuda al pueblo”, y el pueblo señores anestesistas, somos todos; unos y otros. Francamente, siento vergüenza.