MIGUEL POZUELO, RELIGIÓN Y CONCIENCIA NATURAL DESDE LA POBREZA Y EL RIESGO

1957

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Uno del pueblo.

El Mochito, pueblo minero de Honduras, vio ordenarse como diácono y sacerdote a nuestro paisano Miguel Pozuelo Utrilla, misionero pasionista que ha dedicado su vida a los más pobres en diversos países de América. Su vocación misionera le hizo dejar familia y entorno social para, desde la evangelización y la fe cristiana, procurar ayuda, educación, nutrición, salud, derechos humanos y apoyo familiar a los pueblos más humildes y desprotegidos. Toda una vida dedicada a esta generosa labor, desde el espíritu quijotesco de un manchego de Daimiel.

La escuela de San Isidro en los años cincuenta, con D. Galo Martín-Gil como maestro, y el instituto Laboral, con dirección de D. Francisco Pérez, vieron los primeros pasos en la formación de nuestro personaje, que a los quince años marchó a Zuera (Zaragoza) al seminario de los Pasionistas con posterior estancia en Corella (Navarra), Daimiel y Valencia hasta completar los ciclos de noviciado, filosofía y teología, hasta la ordenación como sacerdote en el mencionado país americano. Siete años en Honduras, hicieron madurar a nuestro Miguel Pozuelo, como coordinador o animador de comunidades, en busca de la promoción y el desarrollo de las mismas. Entre selvas, bosques, ríos y peligros latentes o imprevisibles, se desplazaba para visitar aldeas pertenecientes a su parroquia a través de “caminos de herradura”, a lomos de mulas, caballos o, simplemente, caminando haciendo recorridos kilométricos a diario.

Dureza extrema la que soportó Miguel en su posterior etapa en El Salvador, cinco años en pleno conflicto bélico, en plena guerra civil. La cercanía del conflicto salvadoreño de aquella época, le marcó. Aún se emociona al relatar aquellos belicosos episodios, sintiendo, en situaciones de máximo riesgo, ser víctima de las armas, como lo fue el tristemente reconocido por todo el mundo Monseñor Romero, con quién se reunía antes de ser asesinado, al igual que sus compañeros sacerdotes. Allí estaba presente Miguel Pozuelo Utrilla, nuestro misionero pasionista, hijo de Daimiel. Solicitó el fin de la violencia, encabezando peticiones populares controladas por las armas, en un país pobre y en guerra. Pudo ser asesinado al igual que sus compañeros, víctimas y mártires en aquella contienda. Se pudo sobrevivir gracias a las tácticas defensivas de encubrimiento por parte del grupo misionero y personas afines. Resultó especialmente doloroso para Miguel salir de El Salvador mientras mataban a su gente. Lugar entrañable y a la vez muy peligroso en el devenir del misionero daimieleño.

Costa Rica acogió a nuestro protagonista como responsable de formación de los estudios de Teología en el Seminario Mayor de los Pasionistas en Centroamérica, donde ejerció durante siete años posteriores sin dejar de añorar el espíritu salvadoreño, contactando con grupos de El Salvador, consiguiendo incluso regresar durante una temporada de un año para volver a estar cerca de los más humildes, la gente pobre, desde la mística teología, donde está Dios.

Durante los siguientes ocho años, Miguel Pozuelo experimenta vivencias en Guatemala, también en conflicto armado, guerra civil enconada aunque las experiencias en años anteriores habían “vacunado” a nuestro humilde gran hombre. En el país guatemalteco vivió en la capital, entre un alto porcentaje de población indígena y próximo al barrio marginal denominado “el basurero”. En este país, Miguel no tuvo problemas, “llegué a amar lo indígena,  por el amor de éstos a la naturaleza, a la madre tierra…”, siempre desde los principios religiosos y la presencia de Dios. Convive con la civilización y cultura maya, que deja poso en nuestro Miguel.

El posterior regreso a Honduras, con una parroquia a su cargo, con ambiente más relajado, propicia  experiencia mística en el misionero Miguel, Padre Miguel, que contempla la presencia de Dios al estar entre ellos, los pobres, siendo el culmen de su vocación, un premio en su vida continuar durante casi quince años entre los necesitados.

Los últimos dos años destinado a México capital como acompañante en la dirección de los jóvenes que se preparan para ser pasionistas y coordinando la Comunidad de Religiosos Profesos donde dichos jóvenes están insertos, no supuso ningún anhelo para Miguel. “Me han mandado a la retaguardia, no es lo mío…”.

– Miguel, cuando aquí en España, en Europa, se reivindica todo, aunque ya tenemos de casi todo, pero aún queremos más, ¿qué piensas?

Es incomparable con experiencias en otros mundos donde se reivindica la vida, que no nos maten… son mundos distintos, conceptos diferentes, no hay puno de comparación, aunque todos seamos personas. Mi vida está al lado de ellos.

– Es necesario tener o ir a la iglesia para sentirte cerca de Cristo?

Cristo está en todas partes. Cristianos anónimos hay en todas partes también. Los sentimientos solidarios y fraternos son la doctrina de Cristo. Nuestro reconocimiento hacia Miguel Pozuelo Utrilla, de Daimiel, 72 años. Misionero Pasionista. Toda una vida dedicada a los demás.

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