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José Ignacio García – Muñoz (Queche)
Ni mujer como María
No hay un hombre como Dios
Ni mujer como María
Ni amor como el de una madre
Ni luz como la del día…
Con esta letra por fandangos, homenajeaba Carmen Linares en su antología de la mujer en el cante a las madres, situándolas a la par que la madre por excelencia; esa cuya imagen todavía fresca en nuestra retina tras la Semana Santa situamos tras del hijo que camina incierto hacia su final, y es que una de las señas de identidad de una madre, es la preocupación permanente por sus hijos. La inconmensurable Rocío Jurado, daba fe a través de una burlería en tono menor sobre este asunto:

Que no daría yo por escuchar de nuevo
Esta niña que llega tarde a casa
Y escuchar ese grito de mi madre
pregonando mí nombre en la ventana
mientras yo deshojaba primaveras
por la calle mayor y por la plaza…
La naturaleza ha dado ese privilegio y esa responsabilidad a las madres; la de perpetuar la vida, y más allá de los intrincados vericuetos, de los resortes ocultos de la proliferación celular y sus secretos códigos, el hecho del alumbramiento ¡que palabra más bonita! Les pertenece a ellas como lo plasma en ese clásico de toda la vida nuestro eterno Manolo Escobar:

Un altar llevo en mi pecho ardiente
a la madre que me dio a mí el ser
Esa mujer tan buena y valiente…
No podemos impedir que se nos hagan mayores, que las sienes se cubran de recuerdos en sus bodas de plata como dice Alejandro Sanz, o mejor aún, como le cantó El Barrio a su madre en metáfora afortunada con una vieja muñeca:
Se le nota en la cara que el tiempo no perdona
Y hasta le han “salío” canas.
Para mí, mi compañera, la más bella
La más grande, la mejor, mi consejera.
¡Ay! mi vieja muñeca…mi mare.
Y cuando nos falte, que Dios quiera sea dentro de muchos años, se hará buena aquella letra que se nos pegó según se entra al corazón a la derecha, y que cantara el irrepetible Machín; inundando el aire de un comedor con mesa camilla a cuyas faldas, se afanaba una madre cualquiera con un ovillo de lana entre sus manos mientras hacíamos los deberes a su lado:

…Y aunque amores yo tenga en la vida
Que me llenen de felicidad
Como el tuyo jamás madre mía
Como el tuyo no habré de encontrar.
¡VIVA LA MADRE QUE ME PARIÓ!
¡VIVAN LAS MADRES QUE NOS PARIERON!