CUCHIPEN´S POTATOES (Cuchipen´s poteitos, patatas de Cuchipén)

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Uno del Pueblo

(texto, relato y retratos)

Paso a paso, poco a poco. Hasta el punto crítico del autor. Así se hacen las cosas. Caballos y perros protegiendo al artista de las sartenes, asistido además por morillero fiel. Comensales dispuestos para recibir el tan ansiado manjar. Las legítimas y acreditadas patatas fritas de Cuchipén no se cocinan todos los días. Y cuando esto acontece, algo bueno va a pasar.

Los sentidos se excitan. El olor se alía con el gusto. Se perciben los sabores en el espacio abierto en el porche de un corral de la Mancha, de cuyo nombre sí quiero acordarme, difícil olvidar semejante escenario. Las moléculas de olor se trasladan a través del aire, estimulando los receptores olfativos de las narices, incluso en los invitados algo acatarrados. Son señales inconfundibles de aceite, ajo, fuego y sartén. Primeros movimientos de la sinfonía de sensaciones que se avecinan. Finos palitos de leña de los árboles del jardín de la residencia, recién podados, son llevados con mano firme y delicada a las proximidades de Cuchipén. Su morillero dócil, preciso y puntual.

Se intensifica el olor. Licencia para soñar sabores con finos cortes de patatas a la vista que alegran el panorama visual, ante gran mesa de presencia medieval cubierta con hule de cuadros y servilletas de papel, eso sí, servilletas finas, de las güenas… En silencio y en solitario, el gran José Cuchipén, con la ayuda de su morillero, inicia sus movimientos.

Ballet armonioso, brazos poderosos, sueltos y graciosos, el cucharón acomoda la entrada de los tubérculos que caen desde altura ideal, vertidos con mimo por el morillero desde la instrucción exquisita del rey de reyes de la mañana, Gran Cuchipén, alegre, feliz y risueño ante el crepitar de las patatas entre el aceite más la compañía de tiras verdes de pimientos cortados con precisión campesina.

Qué alegría, qué alboroto. Las patatas, vuelta y vuelta con tranquilidad, van tornando a color dorado, brillando en su recorrido circular y de abajo hacia arriba. La vista disfruta, el oído motiva a las orejas, enhiestas ante tamaña representación. La boca se hace agua. La voz de los presentes empieza a sonar más fuerte, detalle revelador de la ansiedad disimulada por llegar al momento esperado…

Y el momento, ya llegó. Algunos por primera vez lo harán, ya tienen edad. Pero degustar las patatas fritas al pegote en aceite de oliva virgen extra, hechas por Cuchipén, no está al alcance de todos. Resulta difícil encontrar calificativo justo para semejante plato de patatas fritas. Tal vez no exista. Recordando mi ración mientras escribo, me traiciona la emoción y lloro. Cosa más rica, Señor. Qué punto, qué textura, qué sabor…, y qué autentica emoción.

Torreznos y chorizos acompañaron como simples convidados, si no de piedra, de complemento. Cervezas y vino, embutidos y escabeches tampoco faltaron en tan egregio almuerzo, quedando como pueden suponer en lugar adicional.

Llegada la hora, se desbordaron las sensaciones. Los más ávidos, consumían y repetían fritura dorada en láminas finas, ni tan siquiera apegotadas, más bien unidas en sutil cercanía deshecha al entrar en boca. Vuelta y otra más, y esófago alante pa dentro. Plato vacío y a repetir. Las patatas, reinas de la mañana, de la gran sartén a los platos o cuencos para una segunda degustación. Caras de satisfacción entre los almorzandos, aplaudiendo sin rabiar al protagonista de la jornada, gran Cuchipén, experto y altamente capacitado para esta su lograda, exquisita y peculiar función: Cuchipen´s potatoes, Cuchipen´s poteitos, patatas de Cuchipen. Legítimas y acreditadas.

Por si fuera poco, nuestro gran chef le echó huevos a la cosa, friendo a pares y con puntilla sobre el aceite restante en sartén, que por sí mismo ya era otro manjar. A base de par de huevos, se rellenó la andorga, en mañana completa como podrán deducir.

Gentes de Madrid, gentes de Daimiel, todos confluyendo en aquel porche de las delicias, salpicado de cuando en vez por relinchos o ladridos, plácemes, satisfacciones y frases de aliento para José, el gran Cuchipén.

Ingredientes y elaboración:

-Palotes secos en cantidad prudente.

-Sartén.

-Fuego encendido.

-Pasión.

-Base de sal en la sartén al fuego.

-Aceite.

-Punto del aceite ya caliente.

-Patatas cortadas finicas.

-Vuelta y vuelta con cucharón de notable tamaño.

-Otra poquita sal.

-Lumbre equilibrada, cuando empiezan las patatas a dorar, echar los pimientos verdes cortados en lonchas generosas, más vueltas de abajo hacia arriba, más vueltas al aumentar el dorado de los tubérculos…, paso a paso, poco a poco hasta alcanzar el punto crítico del autor. El sutil acompañamiento de torreznos y chorizos, siempre fritos en el aceitillo de las estrellas de la mañana, las patatas de Cuchipén, legítimas y acreditadas.

Las raciones generosas de pan blanco, acompañan en todo momento la ingesta de papas fritas con pimientos, torreznos, chorizos y aperitivos varios. Sandía o melón, a gusto del comensal como postre. A las trece horas punto y final.

Agua para el resto de la jornada.

Mañana de gloria, modorra vespertina. Almuerzo sostenible, almuerzo enmendable. Todos contentos.

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