98 visitas, 98 visitas hoy
José Ignacio García – Muñoz (Queche)
Hoy el mar ha amanecido en calma en la Latina, Tribunal, Gran Vía, Sol, y Tirso de Molina, donde al obsceno ritmo de un vagón soñaba a lomos de su caballo de cartón, hace ya una fugaz eternidad, un muchacho de Linares. Entre las fachadas de ladrillo que olían a puchero de pensiones inmundas, y duermen el sueño de los justos aquella princesa de la boca de fresa y Juana la Loca; cerca de Desolation Row.

Una ligera bruma se levanta envolviendo el casco de un navío que lentamente fondea en un puerto cercano. El tinglado de ferralla, luces y columnas de sonido, flota a la deriva en un mar de silencio como mudos testimonios de la batalla naval del día anterior; como diría el Serrat: son los restos del naufragio que hoy devuelve la mar. Y en el puente de proa, desafiando el oleaje sin timón ni timonel, se alza la silueta del pirata cojo luciendo los tatuajes de su pasado bucanero, navegando entre un mar de brazos al aire heridos por los focos. Poco a poco, las luces del castillo de popa del navío se van alejando mientras se adentran en la oscuridad del Movistar Arena impulsado por el viento que brota de la garganta de miles de minervas, carontes y galateas que tratan de atraer con sus cantos de sirena al del parche en el ojo y cara de malo.


Hace ya mucho que te embarcaste en aquellos animales mitológicos que simbolizaban la huida y la libertad. Aquél día en que apenas un ojo te guiñó la vida, le pediste que a su antojo dispusiera de ti, dándote la vieja alcahueta las llaves de la ciudad prohibida a cambio de escribirle una canción, y tú, que siempre has respetado un pacto si es entre caballeros, le quisiste escribir la canción más hermosa del mundo, la canción de las babas del mal y el relámpago en vena, pero terminaba tan mal que nunca la pudiste empezar. La canción más hermosa del mundo siempre está por escribirse, pero es fácil olvidar la lección a la vuelta de un coma profundo mientras alguien te esperaba en la lista de espera. Y viajaste a lomos de una yegua sombría, probaste a vivir otras vidas, y a probarte otros nombres. Huyendo del frio buscaste en las rebajas de enero, pero no hallaste más que puertas que negaron lo que escondían. Volando algunas veces, y otras arrastrándote a ras de suelo, le contaste a esa amante inoportuna que vive en la calle melancolía y que se llama soledad, los males del alma escocida de tu Rocío, y le hablaste del rojo escalofrío que marcó la edad del pavo de tu Carmela. A esa amante de cuyo nombre no siempre se quiere uno acordar si exceptuamos a La Magdala, porque a veces las malas compañías son las mejores, y no teniendo más religión que un cuerpo de mujer, se entiende que se puedan llegar a perder los alamares mientras uno cuadra a un toro (maestro le dejo en buenas manos) pongamos que en la plaza de Linares.

Ya sé, que no eres un fulano de esos de lágrima fácil que se quejan por vicio, si la vida se deja le metes mano, y como soñar es gratis zarparás de viaje una y mil veces para recorrer las plazas de toros de medio mundo toreando en los escenarios que José Tomás no se atrevería, mientras él torea en los que tú no puedes por exceso de pudor, o por falta de valor.
En realidad, siempre estás buscando una gatita en esa hora maldita en que los bares a punto están de cerrar, pero al final, como casi siempre, la vida se te va con lo que escribes buscando un adjetivo que arañe el corazón, para luego, sin hacer mucho caso del guardagujas, terminar descarrilando en un tren de cercanías al tiempo que desde algún rincón surge el grito: ¡eh Sabina! ten cuidado con el Paternina. Puede que el hombre del traje gris te haya intentado robar el mes de abril y tu voz se empieza a quebrar.

Ya sabemos que te duermes en los entierros de tu generación, y que a las misas de réquiem no eres aficionado, y aunque el traje de madera que estrenes ojalá no esté todavía plantado, ya no te conviene emborracharte; tan joven y tan viejo… like a Rolling Stone.
Resulta paradójico cómo pueden deteriorar el cuerpo el tiempo y los cuidados que se le niegan, también es verdad que la mala suerte, pero eso es algo con lo que un pirata cojo con pata de palo ya cuenta, y sin embargo, esos cuidados que ahora le prodigas pueden hacer que por las arrugas de tu voz se filtre la desolación .De saber que estos son los últimos versos que escribes, que para decir “con Dios”, ya te sobran los motivos.
Recuerda que, al lugar donde has sido feliz no deberías tratar de volver, y que la vida sigue como siguen las cosas que no tienen mucho sentido. Si te sirve de consuelo, por lo que a mí respecta no habitarás donde habita el olvido. Como dice el del Poble-sec:
Mientras podamos buscar por aquel tiempo que ya no existe, los restos del naufragio que hoy devuelve la mar. Mientras nos salga al encuentro desde el olvido una vieja canción reclamando una deuda que nunca acabamos de pagar. Un fuerte abrazo.
