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Uno del pueblo
Abierta quedó la ventana del salón en un domicilio de Daimiel. Acababa de realizar su visita Santa Claus, el Papa Noel que identifican los niños, sabedores que el personaje legendario universalmente conocido, trae regalos a los niños en estos días de Navidad.

Era la Nochebuena, y tras varias visitas de la niña a la estancia principal de la vivienda, acompañada por su abuelo deseosa y a la vez temerosa de comprobar la llegada del personaje con posibles presentes, los gritos de sorpresa y alegría al comprobar el paso del ilustre visitante, alertaron al resto del personal que celebraban aún la cena de Navidad, ya en sus postres, en los aposentos de la cocina de invierno, con fuego de leña y ambiente navideño, en la zona baja del domicilio de la Cañada Mendoza, por donde el del pelo blanco y gorro rojo había circulado y dejado regalos en la noche de Navidad. El rechoncho personaje de barba blanca, arrancó la emoción y alegría de la niña, atónita ante la ventana abierta del salón de su casa y los obsequios del mítico personaje, llegado desde Laponia. Era una realidad fantástica, ilusión hecha verdad tras el buen comportamiento durante el año.

Los deseos de todos los niños del mundo fueron escuchados desde “la montaña que escucha”, lugar donde habitualmente vive Papá Noel. Probablemente utilizarían el gel allí dispuesto y casi seguro que llevaban mascarilla, tanto el histórico personaje como su nutrido séquito de elfos.

La noche del nacimiento de Jesús, es tiempo suficiente para que el gordinflón de rojo reparta regalos a todos los niños del mundo, aunque eso sí, el ajetreo es incesante, la velocidad de vértigo y todo su equipo termina exhausto, aunque la magia influye mucho en la labor de Papa Noel y los suyos. Hasta los niños en cuyas casas hay problemas, reciben el obsequio de este personaje protagonista del día de Navidad. La magia de la Nochebuena hizo posible que las niñas de este hogar daimieleño encontraran sus regalos al pie del árbol de Navidad, junto a la ventana.
La unión familiar quedó alterada ante la mágica visita del regordete con espesa barba blanca, las niñas abrieron prestas las cajas con los obsequios sorpresa de la Noche de paz, aunque los chillidos de alegría quebraron por momentos la calma ambiental y entrañable de la Nochebuena.

Momentos de fantasía y realidad plasmados en caras de felicidad de todos, niños y mayores absortos y disfrutando de la ilusión por todos creada y por todos vivida, en ceremonia que se convertía en realidad auténtica, niñas seguras y confiadas, adultos participando en el bienestar familiar. Hubo disfrute y valoración de juguetes y demás obsequios recibidos desde la magia de los renos y el trineo mágico que transporta a Papa Noel. Y a las doce, terminó el encanto, y cada mochuelo a su olivo…