VUELTA AL COLE Y OLÉ

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Ángel Vicente Valiente Sánchez

Hace algunos años se representó en el Teatro Real de Madrid, poco después de su remodelación, la ópera Don Giovanni de Mozart. Los cantantes y la orquesta eran excelentes, pero el figurinista, en su afán de originalidad, había diseñado para los diversos personajes unos atuendos demasiado estrafalarios. Allí se podía ver a la soprano medio desnuda y al tenor con aspecto de vagabundo. Los cantantes del coro no se sabía bien si llevaban alguna ropa o ninguna. El escenario se convirtió en un cabaret destartalado. En fin, un auténtico escándalo. Si el propósito era la provocación, lo consiguieron plenamente. Al día siguiente en un periódico de Madrid un crítico musical tituló su artículo “Mozart lo aguanta todo”.

Pues bien, algo así se puede decir de los maestros y maestras en nuestro sistema educativo: ellos lo aguantan todo. Aguantan las legislaciones educativas más estrafalarias, estrambóticas y descabelladas que imaginarse pueda, que además están en constante mutación. Si gana en las elecciones un partido u otro, cambia la legislación; si a algunos pedagogos les vienen nuevas ideas a sus cabezas, cambia la legislación; dependiendo de la Comunidad Autónoma en la que nos encontremos, cambia la legislación. En fin, aquí lo habitual, lo cotidiano es que cambie constantemente la legislación educativa.

En las aulas, los maestros y maestras, con paciencia desmedida, afrontan, aguantan, soportan y resisten cualquier legislación sin parpadear. No es un acto de sumisión, sino de sentido común y de responsabilidad. Porque para ellos lo importante son los alumnos. Más importantes que las materias que han de enseñar, más importantes que sus propias capacidades pedagógicas, mas importantes que cualquier legislación educativa de pacotilla, como es el caso; más importantes que las ocurrencias legislativas de última hora.

Comienza un nuevo curso escolar y con él nuevas incertidumbres y temores, pero también nuevas esperanzas, ilusiones y alegrías. Sería conveniente, para empezar, que los diseñadores o figurinistas de leyes educativas tuvieran en cuenta sobre todo y ante todo que la educación es un proceso de encuentro. Encuentro entre los alumnos y las materias, entre los alumnos y los maestros, entre los alumnos entre sí. Por supuesto que al colegio se asiste para aprender matemáticas, geografía, lengua castellana, inglesa, francesa, etc. Eso no se puede poner en duda, naturalmente. Pero hay que tener en cuenta sobre todo las circunstancias en las que se desenvuelve ese proceso de aprendizaje.

Lo que tienden a olvidar los ínclitos diseñadores de la legislación educativa es precisamente este hecho fundamental del encuentro. Se conforman con establecer normativas a modo de sagradas escrituras, que al final son un simple panfleto propagandístico ideologizado. Lo más curioso y sorprendente es que se atreven a establecer una distribución lógica de los contenidos de aprendizaje. No voy a entrar en esta definición de lo “lógico”, porque nos podría provocar risa (o llanto). En fin, atiborran los colegios de consejos pedagógicos o mejor dicho, ocurrencias pedagógicas, olvidando lo fundamental.

Es muy difícil, si no imposible, conseguir que todos los alumnos acudan con entusiasmo al colegio, pero ese es el objetivo al que hay que tender. Algunos alumnos ponen cara de aburrimiento ( o de susto), otros tratan de esconderse o simulan estar malitos. Esto ha ocurrido siempre; desde las épocas más remotas. Sin embargo, es misión de los maestros, sobre todo de los maestros, intentar por todos los medios que los alumnos y alumnas se sientan a gusto en las aulas. Esa es la mejor manera para progresar en su formación.

No voy a dar aquí, porque no es el lugar, un largo discurso pedagógico. Solamente quiero señalar algunos aspectos a tener en cuenta. Voy a empezar por un aspecto importante, que habitualmente se olvida. Intentaré exponerlo de la manera menos dolorosa posible: el magisterio es un oficio, pero sobre todo una vocación. Mi opinión es que cada uno de nosotros ha recibido de Dios (alguien dirá que ha recibido de la naturaleza o del sursum corda) una serie de cualidades que le encaminan hacia unas tareas u otras. Es decir, para expresarlo de manera rápida, Educación Infantil requiere unas cualidades distintas a Primaria o Secundaria.

En segundo lugar (y con esto termino por hoy) el maestro debe sentir muy de cerca la verdadera actitud de los alumnos. No puede limitarse a darles el rollo. Esto es sumamente importante. Se puede decir que “los alumnos nos van indicando el camino para instruirlos”. Hay que ponerles límites, pero con cordialidad. Hay que establecer rutinas, pero con alegría.

Para terminar, quiero desearos a todos un curso escolar estupendo, en el que por encima de todo se valore el encuentro fraterno entre todos, un encuentro respetuoso, amigable, integrador y solidario.

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