LA GRUTA, UN PARAÍSO SUBTERRÁNEO

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Ángel Vicente Valiente Sánchez

Contemplando la puerta que daba a la Plaza,  nadie podría imaginar lo que nos aguardaba dentro del local. La escalera que daba acceso no la recuerdo como un conjunto de peldaños para bajar de nivel,  sino como  la inmersión en otro espacio distinto.  De hecho, no tengo la idea de entrar en un local,  sino de salir de nuestra vida cotidiana para sumergirme en una aventura. Es posible que la inocencia de la juventud nos hiciera ver mucho más de lo que allí había. Pero recuerdo La Gruta como un gran espectáculo, una maravilla de música y amistad.

            La discoteca  La Gruta,  era en primer lugar y sobre todo música. Una música excelente,  seleccionada entre lo mejor de lo mejor que se podía escuchar en España en los ochenta. Contaba con el mejor sonido que yo he podido encontrar entre todos los locales a los que he acudido. Es posible que fuera el resultado de un conjunto de factores: las dimensiones del local,  la situación de los altavoces y sobre todo la enorme calidad del equipo de sonido. Además contaba con una selección extraordinaria de discos. Recuerdo de golpe en primer lugar la famosa canción de Phil Collins “In the Air  Tonigh”, que formaba parte del primer disco que realizó en solitario.  La vuelvo a escuchar y aparecen de nuevo las mismas sensaciones de entonces. Impresionante. Junto a este tema,  también me vienen a la memoria otros cantantes y canciones muy señaladas. De Santana, “Europa” y “Samba pa ti”. Todavía me sobrecogen.  De Donna Summer un tema delicioso “I Feel  Love”.

            Recuerdo con especial impresión el tema que elaboró Stelvio Cipriani para la película  Anónimo Veneciano. Aunque la película en mi opinión  no está conseguida, este tema cuenta entre las mejores bandas sonoras de la historia del cine. Suele ocurrir que una película mediocre cuente con una música excelente. Sí,  también la escuchábamos en La Gruta. En aquellos tiempos se reservaba un espacio para el baile lento,  cosa impensable hoy en día. Naturalmente, el baile lento era solo privilegio de unos pocos. Tenía una pista pequeña y encantadora.

            ¿Delirios de juventud? Es posible. En aquellos tiempos íbamos a las discotecas. Era lo normal. Luego todo se desvaneció o se desmoronó rápidamente. Cambiaron las costumbres,  cambiaron las modas, cambiaron los gustos. Siempre cambian. La verdad es que este local supuso en su momento  un paso adelante en las costumbres de nuestro pueblo y de nuestra provincia. Pasarían largos años hasta que en Daimiel volviéramos a tener otros locales de esta calidad. Los volvimos a tener, en efecto. Pero eso es ya otra historia.

            El logotipo de la discoteca tenía un diseño delicioso. De esos que se quedan grabados para siempre. Una obra de arte de la publicidad. Reflejaba muy bien las señas de identidad de este local estupendo. Finalmente todo cayó en el olvido. Una verdadera lástima.

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Sobre el autor

2 comentarios

    • LA GRUTA
      Que recuerdos, que años de despertares de descubrir y llenarte de nuevas ilusiones.
      Aún conservo un posavasos con ese dibujo.

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