REFLEXIONES SANTAS

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En el cementerio, todas las clases sociales se igualan, da lo mismo descansar en paz en el nicho más humilde o en el mausoleo más ostentoso.

El día de todos los Santos nos convoca en los camposantos a todos los vivos para convivir un rato con nuestros difuntos. Son costumbrismos históricos mantenidos por la fuerza del sentimiento popular.
Andando entre tumbas, con recorridos laberínticos en las zonas antiguas del cementerio, superando incluso estrecheces y algún que otro tropezón, nos trasladamos al mundo del pensamiento, de la filosofía, de la teología, según cada cual. Y reflexionamos.

En principio, en la fiesta de  todos los Santos, recordamos que todos podemos lograr la santidad en esta vida. A buen seguro, muchos de quienes reposan en las tumbas son santos desconocidos, santos del día a día. “Por sus hechos los conoceréis”. ¿También los recordaréis? Este especial día nos invita al recuerdo y a la reflexión. La evocación de nuestros difuntos, las ornamentaciones florales y la vida que cobra la necrópolis, con momentos de gran ambiente, nos acerca a la certeza de que la muerte no es el final… aunque nadie quiera dar el paso.

Macizos de flores, humildes ramos o detalles, se depositan sobre las tumbas en recuerdo a quienes allí yacen esperando la resurrección o el momento anual de recibir el detalle floral, según creencias. Emociones, oración y sollozos, producto de los recuerdos, nos hacen pensar, aunque sea breve el pensamiento, que estamos en el lugar a donde finalmente iremos. Y si nos detenemos en los epitafios, casi que la muerte es un dulce destino.

Mientras tanto, la vida pasa y al menos una vez al año coincidimos vivos y difuntos en el espacio que, finalmente, nos acogerá a casi todos. Porque lo de las incineraciones, va despacio. Eso de que nos sorrasquen…
Yo también me sumo al brindis por los que ya no están…

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